¿A qué va Biden a Israel?
El presidente de EEUU va este miércoles a Israel para demostrar su apoyo al Estado hebreo, pero muchos temen que el objetivo real de la visita sea aleccionar a Jerusalén sobre cómo tiene que llevar a cabo su respuesta al pogromo del 7-O. Lo decía ayer Caroline Glick en su programa, que emite en YouTube.
Contaba la opinadora conservadora que la administración Biden está pidiendo a Israel que permita la apertura de un corredor humanitario en Gaza. El corredor humanitario estaría supervisado por trabajadores de la ONU en la franja, y hay pocas dudas de a quién responden estos supuestos actores neutrales. Así las cosas, Israel teme que Hamás use ese canal para reforzarse.
Decía también Glick que Israel necesita imperiosamente de EEUU bombas capaces de destruir los búnkeres subterráneos de Hamás. Y expresaba su temor a que Washington no le permita a Israel usarlas si no cumple su exigencia de detener sus bombardeos para que se abra el famoso corredor.
De no poder destruir las infraestructuras de guerra subterráneas de los terroristas, explicó Glick, la operación israelí se haría mucho más complicada y costosa en vidas humanas para el propio Israel. Una vez más, añado yo, la inmensa preocupación occidental por las vidas de los palestinos se traduciría en más muertes evitables judías.
(Algo parecido a lo que plantea Glick ocurrió, como recordó ella misma, en 2014, cuando la administración Obama se negó a enviar misiles de precisión Hellfire a Israel durante otra ronda de guerra con Hamás en Gaza. Dejándole sin misiles de precisión, EEUU obligaba a Israel a recurrir a sistemas de artillería mucho menos precisos. El resultado inevitable eran más muertes civiles palestinas y más mala prensa en los medios para Israel, con la presión consiguiente desde las cancillerías.)
La cuestión me lleva inevitablemente a algunos de los mejores artículos que en los últimos meses ha escrito Tablet. La revista judía de EEUU pide que Israel haga un decoupling -como dice que quiere hacer la UE de China- de la industria militar estadounidense y se ponga las pilas para no depender de un aliado cada vez más inclinado a criticarle, negarle la legitimidad y ponerle palos en las ruedas.
También en Tablet se hacen las mejores críticas a la insistencia de los demócratas que gobiernan en Washington de integrar a Irán en la estructura de seguridad que promueven en Oriente Medio, en vez de aislarlo, debilitarlo y combatirlo como hizo Trump. Ni siquiera el abierto apoyo de Hamás a la masacre del 7-O -en la que también es muy probable que participara- parece haber cambiado esta política.
El empecinamiento de EEUU por trabajar con los mismos ayatolás que tienen como prioridad destruir a Israel y a América -en sus propias palabras, el pequeño y el gran Satán- tiene consecuencias en la frontera norte de Israel. Desde el 7-O Hezbolá dispara misiles contra Israel desde el Líbano. Con una frecuencia lo suficientemente alta como para obligar a Israel a mantener allí parte de su atención y sus tropas pero no tan alta para que Israel pudiera decidir hacer algo parecido a lo que está haciendo en Gaza y acabar por unos años con esa lacra.
No está claro que Israel tenga capacidad e interés en acometer un tipo de operación así contra Hezbolá en estos momentos. Pero sí lo está que EEUU advierte claramente contra esa posibilidad. Y que sin el apoyo de EEUU es prácticamente imposible lidiar con la sucursal libanesa de Irán, teniendo en cuenta cómo podría reaccionar Teherán.
Visto lo visto lo ocurrido en el sur, ocuparse a fondo de la amenaza del norte será inevitable para Israel, que es muy probable que también tenga que tomar medidas drásticas contra Irán. Será, sin duda, una tarea ardua. Pero es cuestión de tiempo el haber de afrontarla. Lo preocupante no es que EEUU no la apoye ahora, sino que siga engañándose y se niegue a verla como necesaria.