Cinco horas con Putin
El primer ministro Bennett tenía previsto volar de vuelta a Israel tras una entrevista con Putin que debía durar dos horas. Pero la reunión fue tan bien que duró más de cinco horas. Bennett, que es el primer ministro israelí que lleva habitualmente kipá, es religioso y respeta a rajatabla el Shabat, por lo que hubo de cambiar de planes y pasar el día sagrado del judaísmo en Sochi. Esa es al menos la historia que ha vendido la oficina de Bennett, que busca contrarrestar la idea, muy cultivada por Netanyahu, de que sólo un líder alfa y experimentado como Bibi puede defender los intereses de Israel ante gente como Putin. El encuentro de Sochi sirvió, pues, para construir una relación personal entre Bennett y Putin, que ayudará a su vez a mantener las estrechas y complejas relaciones que Israel tiene con Rusia. Por una parte, Israel se asegura de que una potencia internacional como lo es Rusia le permita seguir atacando objetivos en Siria (siempre que no pongan en peligro a tropas o intereses rusos) y no se sume a las acciones en su contra en que están inmersas sus aliados iraníes y sirios. Para Rusia, la alianza con Israel le da la oportunidad de contar con un amigo en la comunidad democrática occidental de naciones, donde a Putin no le sobran los amigos.
El ministerio de Justicia israelí anunció el fin de semana que Israel considera a seis ONGs palestinas que dicen defender los derechos humanos como parte del Frente Popular para la Liberación de Palestina, un grupo terrorista designado como tal por Israel, la UE, EEUU y Canadá que tiene un largo historial de secuestros de aviones y otras formas de ataques y asesinatos de civiles. El FPLP cometió su asesinato más reciente en 2019, cuando una célula de la organización mató a la israelí de 17 años Rina Schnerb. Según el Gobierno israelí, las seis ONGs prohibidas forman parte del entramado del FPLP. Bajo la apariencia de legitimidad que les dan sus misiones humanitarias (defensa de los derechos de los presos, apoyo a la infancia y las mujeres, proyectos de agricultura), estas organizaciones desviarían parte de las subvenciones millonarias que reciben de Europa hacia la financiación de actividades terroristas de la organización madre. “Estos fondos sirven al Frente Popular para pagar a las familias de los presos y mártires, para pagar sueldos a los activistas y reclutarlos y para promover actividades terroristas y reforzar y promover la actividad del Frente Popular en Jerusalén”, dijo el ministro de Defensa, Benny Gantz. Las organizaciones afectadas han rechazado las acusaciones. La medida ha sido criticada por grupos de derechos humanos internacionales. EEUU ha pedido explicaciones a Israel.
Por primera vez desde la llegada al poder en Estados Unidos de Biden, cuya administración es mucho más crítica con los asentamientos que la de Trump, el Gobierno israelí ha aprobado la construcción de 1.300 nuevas viviendas en varios asentamientos judíos en Cisjordania, o Judea y Samaria. El partido de izquierda Meretz, que es parte del gobierno israelí de coalición, ha criticado la decisión: “pone en peligro el futuro del Estado de Israel y su horizonte diplomático”. La medida ha suscitado condenas en los medios extranjeros, la comunidad internacional y el mundo árabe.