En la muerte del rabino Kanievski
El rabino Kanievski rodeado de seguidores. La fotos es de Dodi Fridman/Wikimedia Commons.
Tres cuartos de millón de personas acudieron el domingo al entierro en la ciudad de Bnei Brak, junto a Tel Aviv, del rabino ultraortodoxo Jaim Kanievski, líder espiritual de la comunidad ultraortodoxa no jasídica lituana. Kanievski tenía 94 años y formaba parte de esta corriente de la ultraortodoxia que recibe su nombre por tener sus orígenes en Lituania. Descendiente de dos sagas de prestigiosos rabinos, Kanievski nació en Pinsk en 1928 y se estableció con su familia en Palestina siendo un niño, cuando el Estado judío aún no se había creado. El pedigrí familiar y su capacidad de estudio le permitieron estudiar en las mejores yeshivás con los más agudos intérpretes de la Torá. Kanievski fue elevado a la posición de liderazgo que ocupaba en la comunidad en 2017, tras la muerte del rabino Aharon Yehuda Leib Shteinman. En la línea de la tradición lituana, que se precia de ser la corriente ultraortodoxa que más atención dedica al estudio de los libros sagrados, Kanievski era conocido por la intensidad de sus jornadas de estudio. También en el estilo lituano, el rabino Kanievski se prodigaba menos en actos públicos que otros líderes espirituales ultraortodoxos. Sus apariciones en este tipo de eventos se reducían a tres cada año. En el aniversario de la muerte de su padre, en el de la muerte de su tío y en el de la de su maestro, el rabino Elazar Shach. Durante su vida, Kanievski recibió a miles de personas que acudían buscando consejo a su modesta casa de Bnei Brak, y publicó una docena de libros sobre oración y sobre la ley tradicional judía. Aunque no formaba parte de su dirección, Kanievski estaba alineado al partido Degel HaTorá, bandera de la Torá en hebreo. Esta formación forma parte de la coalición ultraortodoxa Judaísmo Unido de la Torá. Entre los fallos más relevantes socialmente pronunciados por Kanievski a lo largo de su vida está el que prohibía tajantemente los teléfonos móviles para sus seguidores y ordenaba destruirlos o quemarlos, en lugar de venderlos, a quienes ya tuvieran uno de estos aparatos (2012). Kanievski también declaró (2015) que las víctimas de los atentados terroristas deben ser tratadas antes que los terroristas, aunque esto suponga la muerte de los terroristas. Aunque se opuso al cierre de las yeshivás y rechazó que los jóvenes estudiantes de la Torá perdieran tiempo de estudio sometiéndose a tests, Kanievski se vacunó contra el covid y animó a hacerlo a sus seguidores, incluidos los niños, lo que le valió amenazas de muerte por parte de quienes rechazaban la vacuna en la comunidad ultraortodoxa.