Israel como rehén del Holocausto
El embajador rumano en Tel Aviv, Radu Ioanid, expresó a principios de esta semana su indignación con el ministro israelí para la Diáspora, Amijái Chikli, del Likud de Netanyahu, por la llamada que Chikli mantuvo con el ganador de la primera vuelta de las presidenciales rumanas, el nacionalista Calin Georgescu.
“Me parece alucinante que pueda percibirse que un ministro del gobierno del Estado de Israel esté apoyando en un momento electoral crucial a un candidato político rumano que glorifica en voz alta y con orgullo a personajes históricos directamente responsables del asesinato en masa de judíos”, dijo Ioanid, que también es judío e investigó la Shoá durante décadas en el Museo del Holocausto de Washington.
Ioanid hacía referencia a las repetidas declaraciones públicas en las que Georgescu -que considera inútil a la OTAN, está en contra de ayudar a Ucrania y cree que el lugar de las mujeres no es la política- ha reivindicado al mariscal Antonescu y al líder fascista rumano de entreguerras Corneliu Zelea Codreanu, responsables últimos de la liquidación durante la II Guerra Mundial de al menos 280.000 judíos, según investigaciones de estudiosos como Ioanid.
El ministro israelí Chikli habló con Georgescu el pasado jueves. Chikli también retuiteó un artículo que decía que el candidato a la presidencia rumano tiene planes de trasladar de Tel Aviv a Jerusalén la embajada rumana y no piensa cumplir las órdenes de arresto dictadas por la Corte Penal Internacional contra Netanyahu y su antiguo ministro de defensa, Yoav Gallant.
No es mentira que el candidato Georgescu tiene, como muchos otros nacionalistas cristianos rumanos, una opinión moralmente reprobable de los dos asesinos en masa de judíos que hemos citado. Además de de avalar estas opiniones, el ministro israelí Chikli puede ser acusado, como lo fue por el embajador Ioanid, de interferir en las elecciones de otro país expresando su apoyo por un candidato.
Pero la cuestión que me interesa aquí es otra. ¿Cuánto peso debe tener en la elección de alianzas de Israel la perspectiva de un candidato o fuerza política de otro país sobre los hechos monstruosos de los años 30 y 40 y cuánto sus posicionamientos sobre las amenazas a las que se enfrentan los judíos hoy?
Más allá de las coincidencias ideológicas que puedan acercar a la derecha israelí a cierta derecha dura europea que no ha soltado del todo sus lastres antisemitas -o los reivindica, en el caso más extremo de Georgescu-, hay en la lógica de alianzas que con cada vez más determinación está siguiendo el Likud un razonamiento pragmático claro.
En América, Europa e incluso en África, ninguna corriente política está mostrando tanto compromiso con Israel en los momentos difíciles como la llamada extrema derecha.
Siempre que posicionamientos como los de Georgescu no lleven a amenazas directas y palpables contra los judíos que este tipo de líderes suele evitar soslayando y minimizando el elemento antisemita del ideario y el prontuario de sus referentes, ¿no es más conveniente para los israelíes y los judíos en general asociarse con quienes no están dispuestos a perseguir al Estado hebreo por defenderse que hacerlo con quienes tienen una posición kosher sobre la Shoá y sus responsables pero están dispuestos a apretar la soga en torno al cuello de Israel con declaraciones de falso humanitarismo y embargos?
¿Es mejor para Israel y los judíos un político que abjura por completo de sus Antonescus y sus Vichys pero llena sus ciudades de inmigración violenta hostil a los judíos que uno que les dedica una calle por la que se podrá pasear después con kipá?
Volviendo a un argumento que ya formulé antes aquí, la pregunta puede tener una respuesta deportiva. ¿Dónde se disputarán con más seguridad unas Macabiadas? ¿En la Francia de Macron o en la Rumanía de Georgescu?