DJ, judío y libertador frustrado del pueblo igbo
Adachineke/Wikimedia commons
A principios del verano pasado, un director de documentales israelí viajó con un equipo de grabación al sureste de Nigeria para hacer una película sobre la conexión con el judaísmo del pueblo igbo. Con una población que se calcula en más de 30 millones, los igbo, o al menos una parte de ellos, se consideran una tribu judía y practican rituales de circuncisión y menstruación aparentemente inspirados en el Talmud. Pese a ello, y a que muchos igbo reivindican su condición de judíos, Israel no les ha reconocido como tales hasta ahora. Además de algunas costumbres, los igbo comparten con los (¿demás?) judíos una tradición comercial y emprendedora que les hace más prósperos y exitosos que la mayoría de los pueblos con los que conviven. El pueblo igbo se alzó en armas contra el Estado de Nigeria en la famosa Guerra del Biafra (1967-1970). El sentimiento de agravio por el trato que el Gobierno federal de Nigeria dispensa a los igbos sigue vivo medio siglo después de aquella terrible guerra.
Según cuenta Iman Sultana en un artículo publicado hace unos días en el Times de Israel, las autoridades nigerianas detuvieron por un período de veinte días al equipo de grabación desplazado al sureste de Nigeria desde Israel, presumiblemente bajo acusaciones de promover la causa separatista igbo. Varios notables igbo que ejercieron de anfitriones del documentalista israelí y sus colaboradores también fueron detenidos por las fuerzas de inteligencia y seguridad nigerianas. Algunos de los detenidos igbo estuvieron entre rejas bastante más tiempo que los israelíes, y recibieron un trato más duro por parte de sus carceleros nigerianos.
Una vez liberados y de vuelta a Israel, el director y su equipo fueron entrevistados en los medios y publicaron en YouTube numerosos vídeos de su odisea nigeriana. Las imágenes iban acompañadas de proclamas de solidaridad y denuncias de la persecución que sufren los igbos a manos del Gobierno nigeriano. Algunos de estos vídeos y fotos, cuenta Sultana, sugerían una comunión de intereses entre Israel y grupos separatistas prohibidos por el Gobierno nigeriano como el Pueblo Indígena del Biafra (IPOB, en sus siglas en inglés). Como advierte Sultana, esta asociación no hizo sino poner más presión sobre los igbo que les habían ayudado a filmar en su tierra. A juicio de la autora, el director y su equipo se comportaron de manera irresponsable al aprovechar lo ocurrido en Nigeria para sacar rédito publicitario, comprometiendo aún más la ya precaria situación de quienes decían defender en su campaña.
La historia tiene interés en sí misma y me sirve para recuperar un texto (sobre la causa biafreña, uno de sus líderes y sus conexiones con Israel y el judaísmo) que escribí hace unos años para El Confidencial desde Sudáfrica y nunca fue publicado.
El DJ biafreño que boicotea las elecciones de Nigeria desde Londres y Jerusalén
Marcel Gascón. Johannesburgo. 14 de febrero de 2019
Un mensaje inesperado sorprendió el 21 de octubre a los oyentes de Radio Biafra en todos los rincones del mundo. Después de un año desaparecido, el líder separatista biafreño Nnamdi Kanu* conjuraba las sospechas sobre su muerte a manos del gobierno nigeriano con una surrealista alocución desde Jerusalén, en cuyo Muro de las Lamentaciones aparecía rezando cubierto con un talit en un vídeo difundido en las redes sociales el mismo día. “Estoy en Israel”, y “debo mi supervivencia al Estado de Israel”, aseguró con la solemnidad que le es propia el líder del Pueblo Indígena del Biafra (IPOB, en sus siglas en inglés), un hombre de 51 años que tiene las nacionalidades nigeriana y británica, profesa la religión judía y considera a su pueblo, los igbo, una de las ‘tribus perdidas de Israel’.
Fundada en 2012 y con sucursales en los numerosos países del mundo con presencia de inmigrantes que se llaman a sí mismo biafreños, esta formación política aspira a crear la república independiente del Biafra en los estados donde es mayoría la etnia igbo, en el sureste de Nigeria, y ha llamado a su pueblo a boicotear las elecciones generales con que se elegirá este sábado/se elegía este sábado al nuevo presidente de un Estado en el que no cree.
El sueño nacionalista de los igbo se hizo brevemente realidad con la declaración de la república del Biafra en 1967, pero se extinguió ahogado en sangre al aplastar Nigeria el movimiento separatista en una guerra civil de tres años que impactó al mundo con las terroríficas imágenes de niños esqueléticos con las barrigas hinchadas que morían de hambre.
Además de afirmar sin dar mayores detalles que había contado con la ayuda del Mossad, Kanu insistió durante aquella transmisión desde Tierra Santa en exigir un referéndum de independencia para el Biafra, un mensaje que sigue repitiendo hasta hoy desde Londres, adonde se ha mudado para seguir trabajando por la libertad de su pueblo
Como ya hizo durante su escala en Israel, Kanu repite a diario desde su nuevo cuartel general en el Reino Unido que el actual presidente de Nigeria y candidato a la reelección, el general de 76 años Muhammadu Buhari, murió en 2017 durante uno de sus largos ingresos hospitalarios en Londres. Quien aparece en los actos oficiales y electorales, según Kanu, es un hombre sudanés llamado Jubril, que hace de doble de Buhari y es manejado por el entorno del general para seguir controlando el poder. Tanta fuerza tomó esta teoría de la conspiración que el propio Buhari negó que estuviera “muerto” o fuera un “clon” del Buhari de verdad durante una surrealista intervención pública en diciembre.
El activista biafreño ha dejado claro desde su reaparición que no piensa acudir al juicio que tiene pendiente en Nigeria, donde la justicia le acusa de varios cargos contra la seguridad del Estado. Y en el tremendista estilo bíblico en que pronuncia sus discursos ha prometido que regresará a su tierra para emular la gesta que llevó sus hermanos de Israel a ser un Estado y “liberar al Biafra” de las garras de Nigeria.
Emmanuel Isimmili y Chiderah Odu son dos fervientes independentistas biafreños en la diáspora. Ambos viven desde hace años en Johannesburgo y siguen religiosamente los mensajes de Kanu -a quien llaman con reverencia Prince (príncipe) Nnamdi Kanu- a través de Radio Biafra. Isimmili tiene 34 años y llegó a su país de acogida hace 9. Es “educador” de profesión y ejerce de secretario general del IPOB en Sudáfrica. Su camarada Odu, que también debe de rondar la treintena, tiene un negocio de cristalería y es el coordinador nacional en Sudáfrica del movimiento independentista de Kanu.
“¡No!”, contestan al unísono exaltados cuando se les pregunta si sabían del paradero de Kanu durante el año que estuvo ausente de la vida pública. “Pensábamos que los soldados nigerianos le habían matado”, explica el secretario general, que deja claro que prácticamente todos en el movimiento desconocían la suerte que había corrido su líder. “Las últimas personas que le vieron fueron los soldados nigerianos, y es por ello que nosotros dirigíamos nuestras preguntas al Ejército, y le exigíamos que nos devolviera a nuestro líder”, remacha Odu.
Lo último que se sabía de Kanu antes de su reaparición este octubre en Jerusalén fue que el Ejército de Nigeria había asaltado su domicilio en una violenta redada que tuvo lugar el 14 de septiembre de 2017. Antes de regresar a su tierra, Kanu vivió varios años en el barrio de Peckham del sur de Londres, conocido como la pequeña Lagos. Allí fundó en 2009 Radio Biafra, y desde allí hacía de DJ y movilizaba a sus compatriotas biafreños contra el régimen opresor nigeriano a través de esta emisora prohibida por las autoridades de Abuja y escuchada en prácticamente todo el mundo.
Pese al éxito cosechado por su radio, Kanu debió de considerar que desde Londres no aportaba lo suficiente a la causa, y decidió volver al sureste de Nigeria para proseguir la lucha. El gobierno de Nigeria tenía al líder del IPOB en el punto de mira, y el 18 de octubre de 2015 Kanu fue detenido por el servicio secreto en la habitación de un hotel de la ciudad de Lagos. Antes de su arresto, Kanu había participado en el Congreso Igbo Mundial celebrado en Los Ángeles (Estados Unidos), en el que proclamó: “Necesitamos pistolas y necesitamos balas”. Sus abogados insistieron en que el llamamiento a la lucha armada nunca pasó de la retórica, pero Kanu fue acusado de “conspiración criminal, intimidación y pertenencia a una organización ilegal” y pasó detenido sin juicio 19 meses, tras los que se le puso en libertad condicional. Lejos de quedarse callado como presumiblemente esperaban las autoridades nigerianas, el líder del IPOB reanudó su batalla política por la independencia, y casi dos años después de su primera detención pagó su atrevimiento con la espectacular razzia lanzada por el Ejército para capturarle, en la que murieron baleados 28 de los seguidores que le acompañaban.
Altos cargos del IPOB como Isimmili y Odu, la propia esposa de Kanu y los mismos portavoces de la organización pensaron durante todo el tiempo de su desaparición que estaba muerto o secuestrado por el gobierno nigeriano, o eso al menos decían en público. La única explicación hasta el momento sobre qué paso la ha dado en sus discursos desde Jerusalén para Radio Biafra el propio Kanu, que ha atribuido su largo silencio a misteriosas razones de seguridad. “Mi gente me evacuó antes de que llegaran a mi habitación”, dijo Kanu en su primera entrevista a medios ajenos a su movimiento. “Después se me llevaron y me sacaron de Nigeria. Necesitaba cierto tiempo para recuperarme y lo hice. Después tuve que emprender el camino de Israel”, agregó el dirigente separatista en la entrevista que concedió a una televisión nacional israelí.
A preguntas del presentador, Kanu se explayó sobre el supuesto judaísmo del pueblo igbo. Dando por buena la ambiciosa estimación de los separatistas, según la cual hay entre el sureste de Nigeria y la diáspora 70 millones de biafreños, el fundador del IPOB estableció en 50 millones el número de igbos que se identifican con su supuestas raíces judías. (Según datos del CIA World Factbook, el número de igbos que viven en Nigeria es solo de 32 millones. Pese a la amplitud de la diáspora igbo, es improbable que las cifras manejadas por el IPOB sean ciertas. Según otras fuentes, solo algunos millares de igbos se consideran a sí mismo judíos y practican el judaísmo).
“Queremos un Estado Judío independiente, un Estado biafreño que sea absolutamente independiente y no tenga nada que ver con Nigeria”, afirmó Kanu durante la entrevista, en la que también emplazó al gobierno y al pueblo de Israel a que “estén a la altura de su obligación de defender el judaísmo y la fe judía en todo el mundo”. “Es responsabilidad moral de Israel garantizar que Biafra sea una entidad independiente”, remachó ante la audiencia israelí.
La explicación canónica para quienes consideran a los igbos una de las tribus perdidas de Israel parte de la Biblia y la da a El Confidencial Emmanuel Isimmili, secretario general de IPOB en Sudáfrica. “Nuestro origen es Israel, el Israel judío”. La tribu de los igbo sería según esta visión histórica la liderada en su día por Gad, séptimo hijo de Jacob y líder de una de las doce tribus de Israel. Uno de los hijos de Gad, Eri, habría escapado junto de Egipto “huyendo de los tormentos del faraón” junto a otros judíos, para acabar asentándose en África Occidental después.
En la línea de otra de las ideas expresadas por Kanu en su entrevista en Israel, Isimmili asegura la presión evangelizadora de los colonizadores británicos impuso el cristianismo que -contra las aseveraciones de Kanu- hoy profesan la mayoría de igbos. Isimmili es bastante más moderado y realista que su líder a la hora de hablar de la confesión mayoritaria en los territorios que conformarían la República del Biafra, y habla de “cristianos de Judá” como religión propia de su pueblo, frente a lo que considera productos del colonialismo como el “cristianismo de Roma”.
Pero más allá de audaces interpretaciones bíblicas, los igbo y el proyecto independentista biafreño se ha identificado con Israel y los judíos por razones más prosaicas. En 1966, tras la toma del poder por el general golpista igbo Aguiyi-Ironsi y el contragolpe posterior de militares musulmanes de las regiones del norte, decenas de miles de igbos residentes en la parte septentrional de Nigeria fueron masacrados por la población local, de mayoría musulmana en esta zona del país. Fueron estos pogromos contra esta minoría cristiana procedente del sureste y conocida por su mayor tradición emprendedora y académica lo que desencadenó la declaración de independencia del Biafra (que a su vez trajo consigo la expulsión de los no-igbos).
El gobierno federal nigeriano no reconoció la separación de parte de su territorio, y estallaron las hostilidades entre las partes. En 1968 las fuerzas gubernamentales de Nigeria -con las que combatió el presidente Buhari- tomaron el control de todos los puertos biafreños. La recién declarada república quedó aislada del resto del mundo, y las fuerzas nigerianas impusieron un bloqueo que evitaba la entrada de alimentos y ayuda humanitaria y provocó una de las peores hambrunas del siglo XX. En parte por el dramatismo de las imágenes de niños a punto de morir de hambre que se transmitieron en su momento, muchos igbos ven en este capítulo de su historia una reedición del Holocausto. Se calcula que más de un millón de personas murieron en los enfrentamientos armados y a causa del hambre y las enfermedades durante la guerra.
“Cada vez que se menciona aquella guerra se despierta el recuerdo de nuestra identidad”, dice Isimmili, que ha desplegado sobre la mesa del bar en que lo entrevistamos una bandera de Biafra y es saludado con entusiasmo por una joven camarera zimbabuense de la castigada minoría ndebele: “Nosotros también queremos separarnos”, le dice. “Durante la guerra”, prosigue el dirigente de IPOB, “perdí a tres de mis tíos, a quienes debo mi nombre. Dos eran soldados, el otro hacía de correo para nuestras tropas”.
La dimensión religiosa del conflicto también acerca a la hoy imaginaria República del Biafra a Israel, un país que tiene sus principales enemigos en el mundo musulmán. Uno de los factores que hizo estallar la guerra fueron los pogromos perpetrados por musulmanes, y los habitantes del sureste de Nigeria partidarios de la independencia siguen denunciando el poder desproporcionado que a su juicio tiene el norte musulmán en el gobierno federal como uno de los motivos de la supuesta discriminación que sufren. No en vano, políticos y militares musulmanes del norte han dominado tradicionalmente la política federal nigeriana, y tanto Buhari como el principal candidato opositor, Atiku Abubakar, profesan la fe mahometana y provienen de la parte septentrional del país.
Cincuenta años después de la guerra, los atentados de Boko Haram contra iglesias y comunidades cristianas son otro de los argumentos de los separatistas biafreños para la secesión. Es habitual que estos activistas pro independencia muestren su identificación en las redes sociales con líderes como Donald Trump, que se han posicionado públicamente contra el islamismo.
Llegados a este punto, quizá sea conveniente preguntarse por la importancia real de Kanu dentro del mar de siglas y facciones del independentismo biafreño. Para el coordinador nacional de IPOB en Sudáfrica, Chiderah Odu, la respuesta está en el celo mostrado por el gobierno nigeriano en la redada de 2017. “Dispararon y mataron a 28 personas. Se dejaron 500 balas en la pared. Nnamdi Kanu desespera a Nigeria”. Su compañero Isimmili, mientras tanto, alude a la presencia de IPOB y de Radio Biafra “en más de 130 países del mundo”, de la mano de la multitudinaria y vibrante diáspora igbo.
Es difícil estimar el apoyo que tiene una organización ilegalizada como IPOB, pero sus siglas aparecen entre las más destacadas en todos los estudios académicos y análisis políticos que se publican sobre la cuestión separatista en Nigeria, y Kanu y sus seguidores están ciertamente en el punto de mira del gobierno de Abuja, que es habitualmente criticado por grupos como Amnistía Internacional por reprimir, detener y en ocasiones matar a activistas pro-independencia en el sureste de Nigeria.
*Nnamdi Kanu fue detenido en julio de 2021 en Kenia y extraditado a Nigeria, donde sigue detenido y está siendo juzgado por delitos de alta traición y terrorismo.