La amistad judío-drusa según el doctor Kedar
A principios de mayo, el Ejército israelí bombardeó una zona de Damasco cercana al palacio presidencial. El primer ministro Netanyahu explicó poco después el motivo: era una advertencia para el régimen sirio del exyihadista Al Jolani, ahora conocido por su nombre real, Ahmed Al Sharaa, de que Israel tomará medidas si sus fuerzas de seguridad o grupos paramilitares aliados atacan a la minoría drusa de Siria.
Unos días antes, fuerzas aliadas del régimen suní que tomó el poder en Siria tras derrocar a Asad hostigaron comunidades drusas, provocando la reacción de la comunidad drusa de Israel. Integrantes de esta minoría árabe no musulmana salieron a la calle encendiendo hogueras y cortando carreteras en Israel para exigirle a su Gobierno que tomara medidas para proteger a sus hermanos en Siria.
En una entrevista con Sarah Stern en el canal de YouTube de Emet, el arabista y veterano de la inteligencia militar israelí Mordejai Kedar explicó con brillantez los orígenes de la alianza entre judíos y drusos.
Según explica Kedar en el vídeo, los drusos dejaron de ser musulmanes para crear su propia religión en el siglo X, lo que les ha valido hasta hoy de sus antiguos hermanos islámicos. Obligados a huir de Egipto, donde vivían entonces en las montañas de lo que hoy son Líbano, Siria e Israel.
El imperio otomano les dejó durante siglos vivir a su aire y protegidos por la orografía de la animadversión de la mayoría islámica. El imperio francés quiso quiso disolverles en la marea árabe como parte del nuevo Estado sirio.
“Como son una comunidad pequeña y vulnerable, los drusos siempre se apegan al bando poderoso en cualquier guerra, para sobrevivir”, explica Kedar. “Y si el bando poderoso se convierte en débil cambiarán su lealtad hacia el otro lado, porque no pueden permitirse el lujo de identificarse con los perdedores”, agrega.
En el caso de los drusos que quedaron dentro de las fronteras del nuevo Israel, la apuesta por el sionismo sobre el tradicional enemigo musulmán parecía clara desde un primer momneto, pero no ha hecho más que reforzarse desde 1948 con cada nueva victoria sobre quienes quieren destruirlo del Estado judío.
Este alineamiento ha propiciado la vibrante alianza que explica que el Tsahal esté dispuesto a atacar a un país vecino para defender a una comunidad no judía sin lazos directos con el Estado. A diferencia de otros grupos minoritarios presentes, los drusos de Israel -donde la libertad de religión ha hecho que algunos integrantes de la comunidad se hayan convertido al cristianismo e incluso regresado al Islam- sirven en el Ejército, y tienen una ratio de alistamiento en unidades de combate que excede a la de los judíos.
Kedar ilustra la naturaleza de esta alianza con dos historias.
La primera de ellas tiene como protagonista a Salim Shufi. A finales de la década de 1950, este adolescente druso que veía cada noche territorio israelí desde su pueblo en los altos del Golán controlados entonces por Siria decidió cruzar la frontera y se quedó a vivir en la zona de Galilea. Su historia de audacia y curiosidad llegó a oídos de algún integrante de Sayeret Matkal, la unidad de élite por excelencia del Ejército israelí.
Shufi sabía todos los senderos para entrar y salir de Siria, y tenía el coraje y las aptitudes físicas para unirse a Sayeret Matkal. Una vez en sus filas se convirtió en el sherpa de infinidad de incursiones en las que participaron algunos de los mejores soldados de la historia de Israel, entre los que se cuentan el general Benny Gantz, el primer ministro Bibi Netanyahu y el hermano de éste Yoni, que murió en la operación de rescate de Entebbe.
Shufi se convirtió en la década de 1980 en alcalde de su pueblo, Majdal Shams, que para entonces estaba bajo administración israelí. Sus antiguos compañeros de armas -los mismos que en numerosas ocasiones le esperaron en la noche escondidos en territorio sirio cuando el joven Shufi aprovechaba las incursiones para ir a darles un beso a sus padres- todavía acuden a rendirle homenaje al lugar de su sepultura en el Golán.
La segunda historia que ayuda a entender el compromiso entre judíos y drusos israelíes ocurrió en los días previos a la guerra de los Seis Días. Desde el patio de su casa en el Carmelo, el padre de un druso israelí que compartió unidad con Kedar en el Ejército oyó la conversación que mantenían en la calle dos hombres árabes. Seguros del triunfo en la guerra de los Ejércitos árabes, estos vecinos árabes hablaban de cómo se repartirían las casas de los drusos del pueblo después de haberlo limpiado de judíos y de drusos.
“Ve y sirve en el Ejército porque si no tomarán nuestras casas”, le dijo su hijo el hombre que oyó esta conversación. “Luchando con vuestro Ejército estoy protegiendo mi casa”, le dijo el hijo a Kedar para explicar la motivación extraordinaria con que servía a Israel.