La brújula averiada de los dos Estados
La mayor parte de las democracias occidentales se solidarizaron en un primer momento sin peros con Israel, pero su discurso va cambiando progresivamente y van teniendo más peso los llamamientos a la contención. Muchas de estas declaraciones y comunicados van acompañados, además, de apelaciones al famoso proceso de paz que debe llevar al establecimiento de dos Estados.
La fórmula de los dos Estados es ya una brújula (averiada) a la que los narcisistas morales que dominan la política y opinión pública en Occidente recurren cada vez que no saben qué decir (y es casi siempre) sobre Oriente Medio. Como decía ayer Ángel Mas en el la cuenta de X de ACOM, la idea impresiona por su simpleza infantil y su falta de originalidad. Y a estas alturas sólo puede proponerse desde la ignorancia elegida.
Porque las demandas de que se negocien dos Estados van dirigidas a quien tiene más poder en el conflicto. Es decir, a Israel. Y ¿con quién se le exige a Israel se negocie? Con una Autoridad Palestina que está lejos de haber abjurado del terrorismo como forma de lucha, que ni siquiera controla todo el territorio en el que deberían establecerse esos dos Estados y -esto es más importante todavía- que perdería rápidamente el poder si Israel se retirara mañana de Judea y Samaria (o si lo prefieren de Cisjordania) como le piden sus críticos.
Una de las razones, quizá la principal, de que Israel no salga de allí es el riesgo de que Hamás se haga con el control de un territorio cuya incrustación geográfica en el mismo corazón del Estado hebreo lo haría mucho más peligroso de lo que lo es ahora Gaza. El partido Fatah que controla sin elecciones la llamada Autoridad Palestina es un tigre de papel que no resistiría una confrontación armada con Hamás. Y que seguramente perdería unas elecciones. No hay, por tanto, nadie con quien hablar para avanzar hacia los famosos dos Estados.
La cuestión de las elecciones nos lleva a pensar en los palestinos corrientes. Por supuesto que habrá palestinos que quieran la paz y la convivencia con un Israel próspero con el que comerciar y cooperar. Pero una masa crítica de la sociedad palestina parece estar por la confrontación en sus formas más violentas. Recordaba hace poco aquí que cada vez que un conductor israelí entra en zonas palestinas con su vehículo corre el riesgo de ser linchado. Los atentados de Hamás, Yihad Islámica, Hezbolá o el Frente Democrático Popular por la Liberación de Palestina suelen ser celebrados tanto en Gaza como en Cisjordania, de donde también salieron imágenes de júbilo tras los atentados del 11-S.
Debido al miedo con el que vive cualquier partidario de la normalización no ya en Cisjordania o Gaza, sino en la mayor parte de las comunidades islámicas, es imposible saber si hay una mayoría palestina dispuesta a la paz con Israel. Pero lo que sí sabemos es que, aunque la hubiera, los partidarios de la convivencia no tienen ningún poder ni pueden expresarse en su propia sociedad. Tampoco vemos muchos más posicionamientos colectivos, o simplemente influyentes, más nobles en la amplia diáspora palestina.
¿Con quién entonces debe negociar un Estado palestino Israel?
Además de una salida perezosa y desfasada a un problema que se niegan a entender, la apuesta machacona de los partidarios del proceso de paz y los dos Estados es una inmoralidad formulada después de la masacre cometida por Hamás el 7 de octubre. ¿Qué persona de buena voluntad puede esperar que el Estado de las víctimas de semejante acción genocida entregue poder y soberanía a quienes han demostrado tal voluntad de exterminio?
Aunque muchos decidan ignorarlo, el pogromo masivo de hace dos sábados entierra aún más de lo que lo estaba cualquier posibilidad de avanzar hacia esa paz con sus verdugos vocacionales que le piden a Israel. Basta ver el tuiter israelí de izquierda para ver que la idea de negociar una paz con quienes tantas ganas tienen de matarlos es más marginal que nunca en Israel.
Israel sigue existiendo porque nunca le ha hecho caso a Europa. Después del 7-O aún escucharán menos a nadie que les anime al suicidio.
Mientras esperan a que los israelíes vean la luz y vuelvan a creer en la paz asimétrica que tantos le piden, los europeos harían bien en centrarse en lo que ocurre en casa. Una minoría musulmana en crecimiento y cada vez más asertiva ocupa los espacios públicos de las ciudades del continente con rezos y mensajes muy similares a los que lanza Hamás en Israel.
Los israelíes afrontan de pleno la amenaza. Una mayoría de europeos parece dispuesta a pretender que no existe hasta que sea demasiado grande para mantenerla a raya o neutralizarla.