La mente ágil del humorista Zelenski
Desde que supieron que el presidente de Ucrania era humorista, algunos participantes en el debate público señalan con fruición que yo me aventuraría a calificar de boba la aparente paradoja de que un payaso haya ha llegado a ser un estadista heroico. El razonamiento asocia el humor y la autoparodia a la estupidez y la falta de seriedad, lo cual es, por supuesto una tontería. En los últimos días he visto varios vídeos del Zelenski que se dedicaba al espectáculo. Aquí bailando con carácter y destreza en la versión ucraniana de Bailando con las Estrellas, un concurso que ganó. Protagonizando en este vídeo un sketch en el que hace reír a carcajadas al público interpretando a un judío arquetípico (no hace falta saber ucraniano para apreciarlo) y poniéndole voz al Oso Paddington. La carrera profesional de Zelenski quizá sí ayude a entender su ya legendaria capacidad de comunicar. La hemos visto en sus vídeos con los soldados y en sus discursos desde el Kiev bajo asedio a la opinión pública mundial y a los líderes del mundo libre. Zelenski volvió a hacer gala de la agilidad mental indispensable en un buen humorista al referirse ayer a la actitud de Israel hacia la causa de Ucrania. Preguntado por la postura ambivalente de Jerusalén por un periodista israelí, el presidente ucraniano celebró una foto aparecida hoy “en la que unos judíos rezan en el Muro de las Lamentaciones … envueltos en la bandera azul y amarilla” de Ucrania”.
Inmediatamente después, el presidente dijo de su relación con el primer ministro Bennett: “Nuestras relaciones no son para nada malas. Pero las relaciones se ponen a prueba en tiempos difíciles como estos; es en los momentos más duros cuando se necesita ayuda y apoyo. Y no tengo la sensación de que [Bennett] esté envuelto en nuestra bandera”.
Al menos 18 de los más de doscientos oligarcas rusos en el punto de mira de Occidente por su cercanía a Putin son de origen judío, según una información de la Jewish Telegraphic Agency sobre las cuantiosas donaciones que hacen regularmente a organizaciones caritativas y comunitarias judías. Una de las más recientes, de 10 millones de dólares, viene de los hondos bolsillos de Mikhail Fridman, Petr Aven y German Khan y tiene un beneficiario inesperado: las comunidades judías de la Ucrania devastada a bombazos por el padrino de estos tres multimillonarios. En la lista de la JTA está, evidentemente, Roman Abramovich. Justo antes de que Europa y Estados Unidos empezara a lanzar su batería de sanciones contra Rusia, Abramovich anunció una donación multimillonaria a Yad Vashem, que ha pedido a Estados Unidos que no tome represalias contra uno de sus financiadores más generosos. Abramovich ha anunciado esta semana que vende el Chelsea “por el bien del club, de los fans, los trabajadores y los patrocinadores y socios del club”. Su nombre es uno de los más repetidos por quienes exigen al Gobierno de Londres que castigue al círculo de poder del Kremlin. En un comunicado publicado en la web del club, Abramovich se ha comprometido a donar lo que saque al vender el Chelsea “a todas las víctimas de la guerra en Ucrania.” Según el reportaje de la JTA, la fortuna de Abramovich está valorada en 14.500 millones de dólares. El magnate, que es amigo de Putin y fue en la década de los 2000 gobernador de Chukotka, en el extremo oriental de Rusia, se hizo rico tras el colapso de la URSS, al acceder a ventajosas privatizaciones en el sector del petróleo y el gas.