Los asmoneos entran en Gaza
La Brigada Asmonea es la primera brigada de combate del Ejército israelí compuesta íntegramente por ultraortodoxos. Entró el pasado domingo en Gaza y ya ha empezado a pegar tiros en los combates con Hamás. Estos pioneros debutan en la guerra cuando los partidos jaredíes aliados de Netanyahu amenazan con dejar caer a su precario Gobierno por su oposición a las medidas que promueve el Likud para acelerar la incorporación de los jóvenes ultraortodoxos al Ejército.
A propósito de estas dos noticias, el portavoz en la reserva del Tsahal Doron Spielman ha invitado a su programa en el JNS al rabino Yehoshuah Pfeffer, que trabaja en la ímproba misión de promover el alistamiento entre la población jaredí. La entrevista tiene un título espantoso (Rambo Rabbis) y momentos muy buenos, como cuando Pfeffer cuenta cómo Ben Gurión eximió de ir a la guerra en 1948 a los pocos ultraortodoxos que se habían salvado del Holocausto y Spielman se emociona y celebra que el padre fundador del Estado quisiera restablecer también “el alma” del pueblo judío protegiendo a los religiosos. Pfeffer no le corrige pero le matiza: en realidad los veía como un museo, porque no sospechaba el crecimiento que tendrían.
Pfeffer también explica en esta entrevista que el problema de los ultraortodoxos con el Ejército es más “instintivo” que cuestión de la Torá o la ley judía, que reconocen explícitamente la necesidad de ir a la guerra. Siglos sin Estado y con la leva de Ejércitos ajenos como única forma de reclutamiento han hecho a los judíos tradicionales reacios al uniforme. Pero lo que más temen los jaredíes (aparte, supongo, de a las balas y los cohetes de Hamás) es, según Pfeffer, que el Ejército disuelva su religiosidad en la mayoría laica. Y aquí tiene su parte de culpa la omnipotente Corte Suprema de Israel, que en el pasado abortó uno de los programas de integración progresiva de los jaredíes al fallar contra el principio selectivo de segregación por sexos que la hacía posible. Como ahora vuelve a recurrirse a ese principio en proyectos como el de la Brigada Asmonea, Pfeffer vaticina que la Corte volverá a poner problemas si triunfa la iniciativa.
Para acabar con la entrevista, Spielman no esconde su frustración con los evasores jaredíes como militar en la reserva y padre de soldados. Le dice a Pfeffer que él es una excepción y que los líderes ultraortodoxos que amenazan con tumbar el Gobierno en plena guerra para no mandar a sus muchachos al Ejército deben dar paso a una nueva generación de rabinos más razonables como el propio Pfeffer, que recoge el guante y deja entrever que entrará un día en política.
Hasta hace unos días veía con recelo a Lahav Harkov. Desde sus tiempos en el cuasi oficialista Jerusalem Post había percibido a esta periodista israelí de origen estadounidense como una voz amable pero decorativa y poco profunda del establishment conservador, por razones que dicen más de mí y del verdadero establishment (el progresista) que de Lahav Harkov. He cambiado mi opinión sobre ella al ver la entrevista que le hicieron en 18Forty, en la que brilla por su inteligencia y sentido del humor y por la agilidad de su personalidad y sus razonamientos.
En otro de sus artículos en el Jewish Insider, Harkov (cuyo apellido venga seguramente de la ciudad homónima del noreste de Ucrania) habla de la nueva ofensiva china para mantener su influencia en Israel ante las presiones de EEUU a Jerusalén para que no se ponga en manos del enemigo asiático. Después de que las relaciones se enfriaran por la reacción al 7 de octubre de los chinos, que se posicionaron más cerca de Hamás que de los israelíes, el nuevo embajador de Pekín abandera un cambio de actitud hacia el Estado judío encaminado a seguir estrechando lazos.
El principal proyecto que los chinos quieren conservar y expandir en Israel es el llamado Bayport de la ciudad costera de Haifa. La infraestructura fue inaugurada en 2021 y está operada por una empresa china que ha recibido este año permiso para doblar su capacidad. El carácter estratégico de este puerto clave del Mediterráneo oriental preocupa a los críticos de la influencia china.
Pekín suministrará asimismo los vagones del tren ligero de Jerusalén, después de que una empresa rival polaca se retirara de la carrera. Una de las ventajas de elegir a la empresa china es que, a diferencia de las europeas, no pone pegas a que sus vagones crucen la llamada Línea Verde para llegar a las zonas de Jerusalén que ni Europa ni China reconocen como parte de Israel.
Pero lo más interesante del artículo de Harkov es la cuestión de los coches. Los israelíes son compradores ávidos de coches híbridos chinos. Según advierte uno de los expertos citados en el texto, Michael Granoff, estos vehículos pueden “transmitir volúmenes de datos incalculables a un régimen totalitario” aliado de los peores enemigos que tiene Israel. Conscientes de estos riesgos, en el Ejército israelí han empezado a prohibir que los coches chinos se acerquen a sus infraestructuras sensibles.
Como contábamos en el correo de ayer, el embajador de Israel en Kiev confirmó el envío a Ucrania de sistemas antimisiles Patriot que Israel utilizó en la primera Guerra del Golfo. (Yo escribí uno en el correo de ayer, pero el embajador habló en plural y según David Fishman en su boletín sobre los judíos y la guerra en Ucrania la asunción general es que los israelíes han enviado dos.) Respondiendo a una petición del diario Yediot Ahronot, el Ministerio de Exteriores de Israel ha negado que haya transferido ninguno de esos sistemas a Ucrania. El desmentido viene, según el periódico, después de que hayan aparecido informaciones de que los rusos protestaron a Israel por la supuesta entrega de esa tecnología a Ucrania. Como apunta también David Fishman, es posible que los israelíes no transfirieran los Patriot a Ucrania sino a un tercer país en el que los sistemas hicieran escala antes de llegar a Ucrania, como han hecho algunos durante esta guerra cuando querían ayudar a Kiev sin enfadar demasiado a Moscú.