Reacciones al pogromo a izquierda y derecha
Hay violadas, gente quemada viva, torturada, secuestrados que estarán pasando las de Caín, bebés y niños muertos y rehenes sometidos a las peores turbas que les humillan e insultan por judíos por las calles de Gaza. Pero la izquierda propalestina está llevando el debate no ya a si ha habido decapitaciones de bebés (repugna el absurdo hasta al escribirlo), sino a que no han sido cuarenta y a que no se han visto imágenes. La presencia de esta gente en tantos puestos de responsabilidad y visibilidad pública (quizás en la mayoría) es una debacle moral, pero su catadura tampoco puede sorprendernos. Han hecho lo mismo con todos los crímenes de izquierdas. El comunismo en todas sus versiones. Las matanzas de campesinos de Sendero Luminoso, el castrismo. Las matanzas de cristianos en Nigeria a manos de islamistas que atribuyen al cambio climático. La propia ETA. Escribía ayer Quintana Paz en el tuiter de Musk: cómo pedirle a alguien que condene una masacre a miles de kilómetros cuando tiene como socio a quienes disparaban en las nucas de sus propios compañeros de partido.
Hecho este reproche a la inmoralidad de izquierda, que es bastante más dañina por las cuotas superiores de poder que tiene, no quiero dejar pasar el cinismo de una parte nada desdeñable de la nueva derecha que ridiculiza toda condena al pogromo o sólo se refiere a él para usarlo como munición contra sus enemigos políticos. Es una derecha obsesionada con el globalismo y el odio a la UE y a todo lo que en EEUU no se alinee con Trump. Las relaciones políticas (y humanas) son para esta derecha un juego de suma cero. Si alguien simpatiza con Israel o con Ucrania está debilitando a España. Cada uno debe arreglarse sus problemas y es sinónimo de tener complejos beber de fuentes extranjeras, menos si la fuente es Trump. Entre los israelíes y Hamás/Irán se quedan con Isabel la Católica. Es una derecha particularmente miope y desagradable. Una derecha enamorada de todos los conatos de revolución conservadora menos de la del bloque nacional (el de Netanyahu) en Israel. Nada le conmueve fuera de sus lindes ideológicas y estéticas y es igual de presa del rencor y de lo abstracto que su reflejo especular en la izquierda. Es una derecha, por desgracia, bastante presente, implícitamente en Vox. Y una derecha que domina Gaceta, el diario orgánico de Vox.