Ucrania lleva camino de ser un nuevo Israel
Un civil israelí de 28 años ha resultado herido de gravedad al ser atacado con un destornillador por otro pasajero dentro de un autobús que se encontraba en las inmediaciones de un asentamiento judío en Cisjordania. El terrorista, de nacionalidad palestina, ha sido liquidado por un tercer pasajero que iba armado.
Tres palestinos han muerto en un tiroteo con el ejército israelí durante una operación antiterrorista en Yenín, Cisjordania, en respuesta al ataque de Bnei Brak. Un soldado israelí ha resultado herido en la operación. Un alto cargo de Fatá, el partido que manda en la Autoridad Palestina, le ha dicho al Jersualem Post que “la AP puede contribuir a rebajar las tensiones, pero solo si el enemigo sionista pone fin a sus incursiones” en territorio palestino. El funcionario ha pronosticado un Ramadán lleno de violencia y disturbios si Israel no renuncia a las razias masivas que está llevando a cabo tras el asesinato de once personas en tres atentados terroristas en solo una semana. Las fuerzas de seguridad israelíes han detenido a decenas de sospechosos de terrorismo en estas operaciones.
Centenares de personas han despedido en el norte de Israel como un héroe al policía israelí de origen árabe y religión cristiana Amir Khoury, que fue asesinado por el terrorista que atentó en Bnei Brak cuando perseguía a éste en motocicleta al junto con otro agente. El asesino, que fue finalmente liquidado, ya había matado a otras cuatro personas cuando acabó con la vida de Khoury. Entre otras personas, al funeral han asistido numerosos judíos ultraortodoxos de Bnei Brak que se han desplazado en autobuses hasta la localidad de la que era natural Khoury.
Tanto Ucrania como la OTAN han dejado claro que el país no se integrará en la Alianza Atlántica. El pueblo ucraniano está aprendiendo en esta guerra que no puede fiar su seguridad a la buena voluntad de sus socios. Pese a que Rusia pretende imponer en la mesa de negociaciones una desmilitarización, aunque sea parcial, del Estado ucraniano, y pese a que Ucrania ha propuesto a varias potencias regionales y mundiales como garantes de su seguridad en un hipotético acuerdo de paz, cuesta creer que los dirigentes y el pueblo ucranianos acepten cualquier cosa que no sea construir un ejército capaz de resistir por sí mismo ante cualquier amenaza y de proteger la integridad de sus fronteras y el bienestar de sus ciudadanos. En este sentido, es muy probable que Ucrania acabe pareciéndose a Israel, como ya se parece a Israel en la impresionante movilización popular con que se está enfrentando a la agresión rusa. Como hacen israelíes y judíos de todo el mundo cada vez que el Estado está en peligro, al menos medio millón de ucranianos han vuelto a casa para defender a su país desde que empezó la guerra. Como Israel, Ucrania combate a un enemigo que quiere aniquilarle con un ejército verdaderamente popular donde tienen un gran protagonismo las mujeres. Como Israel, la Ucrania hostigada por Putin es una nación joven y entusiasta que aglutinará en un solo idioma oficial y profundamente simbólico a una población étnica y lingüísticamente diversa pero con un propósito inquebrantable y común: existir juntos a cualquier precio y en las condiciones de libertad y dignidad que se desprecian en los dominios del enemigo. También como en Israel, millones de ucranianos tienen a Golda Meir [la primera ministra de Israel, que nació en Kiev] como símbolo de fortaleza en tiempos de guerra. Todas estas identidades, y las intensas conexiones con Israel de un país profundamente marcado por lo judío como es Ucrania, explican quizá el enfado de los líderes ucranianos ante la frialdad hacia su causa que ha mostrado en público un Gobierno israelí preocupado por no antagonizar a Rusia. Ucrania está demostrando ser, como Israel, un país orgulloso que no tiene problemas en reprocharle a los más poderosos del mundo su indiferencia ante su tragedia. Por ahora, Ucrania es más débil que su enemigo y cuenta con la simpatía de la opinión pública internacional, algo que seguramente cambiará cuando Ucrania empiece a convertirse en la intratable potencia moral, cívica y, por supuesto, militar que inevitablemente será tras la emocionante lección de audacia, compromiso y pundonor que nos está dando a todos en esta guerra. También en esto se parecería Ucrania a Israel. Como ha hecho desde antes de su fundación como Estado Israel, Ucrania está demostrando que la historia no está escrita. Que las naciones cambian y se forjan y que los valores positivos pueden prevalecer ante el más formidable enemigo cuando se defienden con fe y sacrificio suficientes.