Un Yom Ha'Atzmaut de dolor, pero también de esperanza
Israel ha celebrado su 76 aniversario en medio del dolor y la angustia por los asesinados el 7-O, por los rehenes que han muerto y los que siguen secuestrados y por los soldados que han caído y siguen exponiéndose, ahora para liquidar el último feudo de Hamás en Gaza. En medio del dolor y la angustia también por los desplazados que siguen sin poder volver a sus casas en las zonas fronterizas bajo el fuego directo del enemigo, y de la desazón por la hostilidad y la incompresión con que está recibiendo buena parte del mundo libre la reacción israelí a la masacre de octubre. Pero a pesar del dolor, la angustia y la desazón hubo también motivos para la esperanza este Yom Ha’Atzmaut. Como suele repetir Natan Sharanski, la situación creada por el megapogromo de Hamás ha dejado claro que las nuevas generaciones de israelíes, de las que sus mayores dudaban como dudan en todo el mundo los mayores de los más jóvenes, creen en la nación, en el Estado y en el futuro y están dispuestos a morir para cumplir su responsabilidad de defenderse.
Esa misma actitud, si bien en circunstancias menos dramáticas, fue la que mostró la representante israelí en Eurovisión Eden Golan. Pese a todos los abucheos, a la presión y las amenazas de la turba en la calle y a los intentos cruelmente infantiles de humillarla de algunos de sus contrincantes, la joven Golan firmó una actuación impecable e hizo sentir orgullo a sus compatriotas y a todos los que simpatizaban con ella ante el torrente de injusticias que sufrió. Como dijo la propia cantante en abril y destacó Hermann Tertsch en X, Golan veía su actuación en Eurovisión como una “misión muy importante para el país”, una muestra conmovedora de madurez y propósito que contrasta con la orgía de banalidad y frivolidad con ínfulas que despliegan muchos concursantes del festival.
Israel quedó segunda en voto del público, algo que se ha interpretado como un indicio de la existencia de una mayoría silenciosa con las prioridades correctas que sabe apreciar los muchos méritos del Estado judío y no traga con la caricaturización que de él hacen las élites. Creo más bien que es resultado de la eficaz movilización de una minoría que funcionó, en parte, porque los haters del Estado judío no tenían a un candidato único que votar como sí lo teníamos sus amigos, partidarios y admiradores. Mi conclusión, por tanto, no es que el pueblo tenga más claridad que las élites, sino que la movilización de una minoría a veces funciona y puede cambiar el rumbo para bien incluso contra el deseo de la mayoría.