Avigdor Liberman
Twitter de Liberman.
A finales de octubre, la israelí Maya Rayten-Stol fue detenida en el aeropuerto de Minsk tras descubrir las autoridades bielorrusias que viajaba con dos gramos y medio de cannabis para uso médico. La droga le había sido prescrito en Israel. Abogada de profesión, Rayten-Stol había volado a la capital de Bielorrusia para reunirse con un cliente. Tras varias semanas de angustioso cautiverio, un tribunal de Lukashenko ordenó su liberación el jueves previo pago de una multa, y Rayten-Stol ha podido emprender el camino de regreso a Israel acompañada de su hermano. Su puesta en libertad no habría sido posible sin la intervención ante el régimen bielorruso del gobierno israelí, esta vez a través del ministro de Exteriores, Yair Lapid, y del presidente del país, Isaac Herzog, pero también del ministro de Finanzas, el rusófono Avigdor Liberman, cuyo conocimiento del espacio exsoviético ha sido importante en las negociaciones por la libertad de la abogada. “¡Maya está de camino a Israel!”, ha escrito en su cuenta de twitter Liberman, un político nacido en la extinta República Soviética de Moldavia que emigró a Israel con su familia a los veinte años. “Estoy contento de que me hayan permitido tener un papel importante en los esfuerzos por traerte a casa”, añadió Liberman dirigiéndose a Maya en la red social. El ministro de Finanzas también agradeció la cooperación de Lapid y Herzog. Lapid y Herzog también han felicitado a Liberman.
Liberman es un apasionado de los clásicos de la literatura rusa, y es conocido por una apabullante confianza en sí mismo que él atribuye a su estirpe de judío moldavo: “[En los años 70] Los judíos eran el 25 % de la población de Kishinev [o Chisinau, en rumano] … No nos escondíamos. Al contrario. Éramos más ricos, teníamos mejor educación, y lo demostrábamos.” “Karl Marx decía que un individuo es producto de la sociedad. Probablemente sea mi caso.”
Además de ruso, Liberman habla rumano, la otra lengua que se habla en la hoy independiente Moldavia. En abril de 2010, cuando era vicepresidente de Israel y ministro de Exteriores, hizo una visita oficial a Rumanía. Alguien implicado en la visita me contó hace poco una anécdota del viaje. En algún momento, pensando que Liberman no les entendería, funcionarios rumanos se quejaron en su idioma de lo intensa y prolongada que era su agenda. Liberman escuchó, y por supuesto entendió, sus comentarios. El entonces ministro de Exteriores se tomó su venganza el día de su partida, alargando innecesariamente su último acto oficial para desesperación de un protocolo rumano que ya tenía cortadas los principales cruces de Bucarest para despejar el camino de la comitiva israelí al aeropuerto.