El correo de Israel de ayer contenía un error. El informe de Amnistía presentado el martes no sólo califica de apartheid el tratamiento que Israel aplica a los palestinos en Cisjordania, como escribí yo. La ONG amplía esa definición al régimen legal bajo el que viven los árabes dentro de las fronteras de lo que es estrictamente Israel. Este hecho por sí mismo demuestra la estupidez del informe y que Amnistía no es de fiar. En Israel los árabes pueden asociarse políticamente, votar, ser elegidos a cargos públicos, rezar públicamente y en mezquitas, pasear por la calle con hiyab y bañarse en la playa con chilaba. Muchas de estas cosas no ocurren en muchos otros países del mundo, árabes y no árabes, que tratan a sus minorías literalmente a patadas. Y, sin embargo, sólo Israel merece una etiqueta de apartheid que no busca que corrija sus políticas, sino desacreditar su propia naturaleza y dinamitar sus cimientos.
La farsa del apartheid
La farsa del apartheid
La farsa del apartheid
El correo de Israel de ayer contenía un error. El informe de Amnistía presentado el martes no sólo califica de apartheid el tratamiento que Israel aplica a los palestinos en Cisjordania, como escribí yo. La ONG amplía esa definición al régimen legal bajo el que viven los árabes dentro de las fronteras de lo que es estrictamente Israel. Este hecho por sí mismo demuestra la estupidez del informe y que Amnistía no es de fiar. En Israel los árabes pueden asociarse políticamente, votar, ser elegidos a cargos públicos, rezar públicamente y en mezquitas, pasear por la calle con hiyab y bañarse en la playa con chilaba. Muchas de estas cosas no ocurren en muchos otros países del mundo, árabes y no árabes, que tratan a sus minorías literalmente a patadas. Y, sin embargo, sólo Israel merece una etiqueta de apartheid que no busca que corrija sus políticas, sino desacreditar su propia naturaleza y dinamitar sus cimientos.